viernes, 3 de octubre de 2014

¡Aclarando ideas! (II)




Si en el anterior post hablábamos de que debemos entender el sexo como el sexo que “se es” en función de lo que uno se considera y siente, ¿qué ocurre cuando hablamos del género?

Cuando hablamos de “género”, ¿a qué nos referimos?
Desde que surgieran las primeras corrientes sobre el género, éste ha estado más relacionado con aspectos socio-culturales, actitudes y comportamientos. Además, existe cierta controversia a la hora de delimitar solo dos posibilidades (masculino o femenino), o abrir la posibilidad de puntos intermedios. Lo que está claro, desde el paradigma de la intersexualidad, es que todos tendríamos rasgos masculinos y femeninos, en diferentes medidas. Las cualidades de masculinidad y feminidad, por tanto, no se limitarían solo a los hombres/las mujeres, sino que serían compartidos por ambos. Es decir, no haría falta ser mujer para ser “femenina”. Aún así, todos somos conscientes de cómo se promueve el desarrollo de ciertos rasgos tradicionalmente asociados a nuestro sexo, potenciando así los estereotipos y roles de género.

Así las cosas, pareciera que sigue teniendo mucho peso la idea de que el sexo se refiere a la parte más “biológica” y el género a la más “social”. Sin embargo, la realidad es que ambos conceptos se encuentran completamente ligados, siendo imposible, e incluso absurdo, tratar de escindirlos. Ni el sexo hace referencia solo a lo biológico, ni el género hace referencia solo a lo social. Siguiendo a Juan Fernández: “El sexo incluye un conjunto de componentes complejos (genes, hormonas, respuestas sexuales diferentes…), encuadrables sin duda dentro del ámbito de lo biológico, pero que manifiestan un desarrollo necesariamente psicosocial (conductas, deseos, afectividad, erotismo, amor…) y que se ponen de manifiesto a través de los correspondientes morfismos sexuales”. Por su parte, siguiendo al mismo autor: “(…)se vislumbra el género como un dominio complejo en el que tienen cabida todos aquellos aspectos relacionados con las diferencias y semejanzas entre los sexos que no presentan un carácter estrictamente sexológico”. Por ejemplo, al hablar de roles de género, hablaríamos de papeles distintos, tanto en la esfera laboral como doméstica, en función de los diferentes morfismos sexuales, como el “techo de cristal” con el que se encuentran muchas mujeres en el mundo laboral.



Texto extraído del trabajo de la asignatura: Masculinidad y Feminidad: Sexo y Género. Máster de Sexología y Asesoramiento Sexológico de la UCJC.



 Alejandra Enebral



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