Si en el anterior post hablábamos de que
debemos entender el sexo como el sexo que “se es”
en función de lo que uno se considera y siente, ¿qué ocurre cuando hablamos del
género?
Cuando hablamos de “género”, ¿a qué nos
referimos?
Desde que surgieran las primeras corrientes sobre
el género, éste ha estado más relacionado con aspectos socio-culturales,
actitudes y comportamientos. Además, existe cierta controversia a la hora de
delimitar solo dos posibilidades (masculino o femenino), o abrir la
posibilidad de puntos intermedios. Lo que está claro, desde el paradigma de
la intersexualidad, es que todos tendríamos rasgos masculinos y femeninos,
en diferentes medidas. Las cualidades de masculinidad y feminidad, por tanto,
no se limitarían solo a los hombres/las mujeres, sino que serían compartidos
por ambos. Es decir, no haría falta ser mujer para ser “femenina”. Aún así,
todos somos conscientes de cómo se promueve el desarrollo de ciertos rasgos
tradicionalmente asociados a nuestro sexo, potenciando así los estereotipos y
roles de género.
Así las cosas, pareciera que sigue teniendo mucho
peso la idea de que el sexo se refiere a la parte más “biológica” y el género a
la más “social”. Sin embargo, la realidad es que ambos conceptos se
encuentran completamente ligados, siendo imposible, e incluso absurdo, tratar
de escindirlos. Ni el sexo hace referencia solo a lo biológico, ni el
género hace referencia solo a lo social. Siguiendo a Juan Fernández: “El sexo incluye un
conjunto de componentes complejos (genes, hormonas, respuestas sexuales
diferentes…), encuadrables sin duda dentro del ámbito de lo biológico, pero que
manifiestan un desarrollo necesariamente psicosocial (conductas, deseos,
afectividad, erotismo, amor…) y que se ponen de manifiesto a través de los correspondientes
morfismos sexuales”. Por su parte, siguiendo al mismo autor: “(…)se vislumbra el
género como un dominio complejo en el que tienen cabida todos aquellos aspectos
relacionados con las diferencias y semejanzas entre los sexos que no presentan
un carácter estrictamente sexológico”. Por ejemplo, al hablar de roles de
género, hablaríamos de papeles distintos, tanto en la esfera laboral como
doméstica, en función de los diferentes morfismos sexuales, como el “techo de
cristal” con el que se encuentran muchas mujeres en el mundo laboral.
Texto extraído del trabajo de la asignatura: Masculinidad y
Feminidad: Sexo y Género. Máster de Sexología y Asesoramiento Sexológico de
la UCJC.
Alejandra Enebral
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