lunes, 21 de diciembre de 2015

¿Cómo afecta la Navidad a nuestra salud mental?



¿Eres de los que espera con ilusión estas fechas, de los que las vive como cualquier otro día, o de los que les causa rechazo tener que celebrarlas?

Durante los días navideños (y desde la campaña previa, cada vez más pronto), se apela a la solidaridad y la cooperación en las personas. Con los anuncios y carteles, se busca conmover a la gente y tratar que saquen su lado más humano. No es de extrañar que las ONG’s aprovechen estas fechas para acercarse a los transeúntes y pedirles su colaboración. En días así, resulta más difícil pasar de largo. Y, si se hace, se hace pidiendo disculpas.

Se celebran asimismo cenas y comidas navideñas de trabajo, donde se espera que desaparezcan las rencillas del día a día y todo el mundo ponga buena cara. Muchas veces, los trabajadores no tienen la oportunidad de no asistir, ya que de no hacerlo, temen por sus puestos de trabajo o por su imagen en la empresa. Deben estar ahí para brindar con los jefes y asegurarse la continuidad. No son pocos los hombres y mujeres que se sienten incómodos en estas situaciones. Por supuesto, siempre habrá quien las disfrute y que tenga una buena relación con el resto de sus compañeros, aprovechando estos momentos para afianzar la relación. O para hacerse una foto con la corbata o los tacones en la cabeza.

Las comilonas familiares son uno de los mayores quebraderos de cabeza en estas fechas. Sobre todo, para quien le toca organizarlas. Más comida de lo habitual, más gente de la habitual. ¿Cómo contentar a todos? Un punto a señalar está en el tipo de relación que se tenga entre los distintos comensales. ¿Se reúnen por compromiso o porque realmente les apetece? No nos resulta desconocido que haya quien ha de morderse la lengua para no discutir delante de los demás, como también hay quien calla y come algo que no le gusta, para proteger la autoestima del anfitrión. Entre copa y copa puede salir ese tema controvertido que eleve la tensión en la mesa. ¿Qué hacer entonces? 

Por otra parte están las reuniones con los amigos, que muchas veces es la única ocasión en la que todos pueden reunirse. Y no importa que haga tiempo que no se ven, porque en seguida se ponen al día y las risas y bromas hacen que parezca que no haya pasado el tiempo. Estas comidas y cenas son las únicas que podríamos considerar voluntarias. Si no lo son, malo. Estos reencuentros suelen dar para recuperar viejos recuerdos, pudiendo quedar a alguno la sensación de anhelo de ese pasado, quizás con menos obligaciones.

La cuestión de qué regalar es otro de los grandes quebraderos de cabeza de estas fechas. Todo el mundo quiere acertar y, si es posible, sin gastarse mucho dinero. Hay regalos que se hacen por compromiso, y hay regalos que se hacen por voluntad. Pero está claro que todos requieren de tiempo y esfuerzo, al menos, para pensarlos. Y todo el mundo conoce a alguien (si no a uno mismo) que ha ido a comprar los regalos de Reyes el día 5 de enero, agobiado por haber dejado esta tarea para el ultimo momento.

Finalmente, uno de los mayores peligros. Las expectativas. Cuando se acaba el año, es el momento de pensar en los propósitos y deseos para el año que comienza. El problema es que a menudo las personas se ponen retos imposibles, con la frustración que eso conlleva. Dejar de fumar, hacer deporte, adelgazar, aprender inglés: los cuatro grandes propósitos, los más repetidos, y aquellos cuyo porcentaje de éxito es menor. Quizás la forma de evitar el enfado con uno mismo sea plantearse cosas más asequibles. Objetivos concretos, claros y pequeños llevarán más fácilmente a los grandes.


Claves para sobrevivir a la Navidad:

-         Cuidado con el alcohol. No hay nada malo en brindar con una copa, pero se debe evitar llegar a decir o hacer cosas de las que uno se pueda arrepentir. Y, por supuesto, prohibido coger el coche si se ha bebido. Si hay que esperar, se espera.

-         Cuidado con las discusiones. Dejan muy mal sabor de boca. Pensad si merece la pena estar a disgusto con la pareja, familia o amigos en estos días. Si hay algún problema, háblalo sin reproches.

-         Cuidado con las expectativas. Para evitar sentirte frustrado/a si no se cumplen, trata de ajustarlas a la realidad. A tus posibilidades.

martes, 15 de diciembre de 2015

Eyacular antes de lo deseado



En esta ocasión, recupero parte de otro de mis artículos para la página de Familia y Salud de la Asociación Española de Pediatría de Atención Primaria. Esta vez, sobre la eyaculación precoz. Aquella que se produce antes de lo deseado por el varón. 


¿Qué es la eyaculación precoz?

Es aquella que se produce antes de lo deseado. El hombre que la padece se siente insatisfecho con el tiempo que trascurre antes de su eyaculación. Además, esto le ocasiona frustración e inseguridad, y disminuye su disfrute. Es decir, le aleja de una sexualidad feliz.


¿Por qué se produce?

El varón es incapaz de controlar voluntariamente la eyaculación; de tal forma que, una vez que se excita eyacula rápidamente.
Lo que pasa es que disminuye su percepción de las sensaciones previas al orgasmo. Esto le impide tratar de controlarlas. Estas sensaciones son de gran importancia, pues también pueden y deben disfrutarse. Por lo tanto, el problema no reside tanto en el tiempo, como en la falta de control. Y esta falta de control se presenta con más frecuencia en las primeras relaciones eróticas.


¿Puede controlarse el momento de la eyaculación?

Sí… pero cuidado y sin convertirlo en el único objetivo. Si el varón está muy pendiente de la llegada de la eyaculación, no lo estará de otros detalles. Por ejemplo, de las necesidades de su pareja. O, incluso de los matices del momento concreto. La atención es limitada, por lo que deberá repartirla adecuadamente.

Si para evitar la eyaculación precoz se opta por métodos de distracción, se estará cometiendo un gran error. Es el caso de los que recurren a pensamientos o imágenes desagradables. Al desviar la atención hacia esos contenidos, disminuye su excitación, perdiendo la posibilidad de disfrutar de ese momento.

Pero además, existen otros factores que pueden jugar en su contra. Por ejemplo, disponer de un tiempo restringido, sentirse presionado o encontrarse cansado. Los dos primeros son muy comunes en los adolescentes, quienes cuentan con espacios y tiempos limitados para sus encuentros íntimos.



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