Seguro que alguna vez has sentido que tu cuerpo te quería decir algo cuando estabas en una situación algo incómoda o cuando te encontrabas delante de esa persona que tanto te atraía. Hablamos de ello en el siguiente artículo.
Así como nuestro cuerpo nos muestra que tiene
hambre o está cansado, también se
comunica cuando nos gusta otra persona. Lo hace de múltiples maneras, unas
más sutiles y otras más obvias, al menos para el observador externo. Tu cuerpo
y tu comportamiento te dicen lo que tu mente y tu razón tardarán algo más en
admitir, por eso no viene mal atender al primero, por eso de estar prevenidos.
Cuando alguien nos
interesa, más allá de una atracción física o de una amistad inocente, hay quien
dice que se nos ilumina la cara, que sonreímos más y hasta que nos volvemos
idiotas. Es ese periodo, más o menos corto, en que se trata solo de sensaciones
sin resolución, un periodo en el que todo es posible porque nadie sabe lo que
va a pasar a continuación. En esa fase muchos intentarán negar lo obvio,
acallar los gritos de su cuerpo, deseoso de que pasen a la acción.
Como psicóloga,
sexóloga, y especialmente cotilla sobre los contenidos de las mentes ajenas, me
interesaban esas señales, ya sean fisiológicas, motoras o emocionales, que nuestro
cuerpo nos transmite cuando encuentra un objetivo de interés. Y me interesa cómo las percibimos nosotros, cómo las
atendemos y cómo las interpretamos. Por supuesto, también de qué depende
que hagamos o no algo al respecto.
Estas señales le recuerdan a uno que está
vivo, que siente y que padece, que quiere y que desea. Conociendo las señales
que nos activan será más fácil que podamos detectar cuándo el aburrimiento o la
rutina aparecen en las relaciones, y el principal reto es entonces intentar que
no se pierdan esas sensaciones de “chispa”. Pero ese es otro tema.
Con la finalidad de
investigar un poco sobre el tema, os pedí vuestra colaboración en una breve
encuesta, "Todo apunta a que me gustas", donde os pedía
seleccionar todas las opciones que considerabais que encajaban con vosotros en
estas situaciones iniciales en que una persona, conocida o desconocida, se
convierte en vuestro objetivo de interés
sentimental. Contestaron la encuesta 33 personas, de entre 18 y 32 años. De
entre las 29 mujeres, 17 se describieron como heterosexuales, 4 como
frecuentemente heterosexuales, 6 bisexuales y 2 homosexuales. Solo 4 varones
respondieron a la encuesta, 3 se definieron como heterosexuales y 1 como
homosexual. ¿Casualidad que sean las mujeres más flexibles a la hora de definir
su orientación sexual? Quizás exploremos algún día este tema. Ahora, veamos
vuestras respuestas.
La señal por
excelencia (marcada por un 72% de los encestados) que demuestra que alguien nos
interesa, parece ser el hecho de sonreír
cuando el otro o la otra nos escribe. Un acto reflejo, que puede durar
milésimas de segundo, pero al que se da bastante peso. Objetivamente, si
recibes un mensaje y sientes ansia por leerlo y responder, se deduce que te
interesa, al menos, el tema. Si ocurre con mucha frecuencia y ante distintos
temas, entonces la variable ya no es el mensaje, sino el emisor. Y cuando uno
empieza a preocuparse por los minutos de demora de los mensajes recibidos, o a
demorar a propósito los enviados, entonces es muy tarde para negar la atracción
obvia. Algo que parece digno únicamente de quinceañeros, se mantiene
sorprendente a pesar de los años, pues cuando se trata del propio orgullo, de
ponerlo en riesgo, nadie quiere salir mal parado.
Tener ganas de ver al otro con alta frecuencia
es la siguiente opción más escogida, seguida de divertirse jugando a lanzarse
indirectas. Hace poco hablaba yo de esto con una amiga, que me reconocía que le
parecía más divertido hablarse con sutilezas con su actual, llamémoslo, foco de
interés, que decirse claramente que estaban interesados el uno en el otro.
Ocultar o retrasar un tiempo la clara verdad resulta, por tanto, emocionante, y
el comportamiento del otro en respuesta a tus indirectas te da la clave para
saber si estás yendo por el camino del éxito. Curiosamente, un “me gustas”
precipitado, puede ser más obstáculo que trampolín.
Dado que nuestra
atención no puede ser constante y exhaustiva sobre todo lo que ocurre a nuestro
alrededor, la repartiremos siempre entre aquello que más nos interesa. En el
caso que sea una persona, ella será
nuestro foco de atención dentro de un grupo de gente. Se puede estar
manteniendo una conversación y al mismo tiempo estar pendiente de si ella/él
entra por la puerta, de si mira o habla con alguien, de si te mira a ti. Es un
“tenerla/lo controlado” mientras decides qué hacer. Así lo piensan un 59% de
los encuestados, si bien ningún varón ha escogido esta opción. Por otra parte, tanto hombres como mujeres se ponen
nerviosos cuando saben que van a ver a la otra persona, habiendo sido esta
opción marcada por un 55% de los encuestados. Multitud de síntomas fisiológicos
encajarían dentro de estos "nervios", como la sudoración en las
manos, la dilatación de las pupilas, el aumento del ritmo cardíaco, o la sensación
de encogimiento de estómago. Además, varias personas mencionaron que
precisamente los nervios marcaban la diferencia entre una atracción meramente
sexual en otro y un verdadero interés sentimental. Un porcentaje similar al
anterior afirma que habla a menudo de la otra/el otro a los demás, buscando la
opinión externa, el consejo, el apoyo, o, simplemente queriendo compartir algo
que hace ilusión.
Las siguientes
alternativas más marcadas suponen aplicar la lógica ante lo que,
necesariamente, no la tiene. Hablamos aquí de pensar de antemano en las posibles conversaciones que tener con ella/él
y empezar a analizar su comportamiento y
sus palabras para saber qué piensa quiere el otro. Esto último iría un poco
en la línea de lo que ya hemos dicho, que hipotetizar y deducir, aunque
requiere más esfuerzo, resulta más entretenido para la gran mayoría de la
gente.
Un 38% se siente,
además, cohibido en presencia de la
persona, un 28% sienten la necesidad
de saberlo todo de ella/él, y otro 28 sienten admiración por ella/él. El porcentaje baja al 24% cuando se trata
de volverse idiota en presencia del
foco de interés.
Solo 5 mujeres
sienten la necesidad de dejar a la
otra/el otro claro que están disponibles y solter@s, 4 dejan de prestar atención a cosas que hacían antes por prestársela
a ella/él, 3 se compran ropa nueva,
y 2, también mujeres, comen o duermen
menos. Finalmente, una mujer nos comentaba que también son señales para
ella el hecho de que distintos aspectos del entorno le recordaran a la otra
persona, imaginarse un futuro en común, y sentir que pueden comunicarse sin
palabras.
Preguntaba también
en la encuesta si existían diferencias
entre las señales que se sienten cuando alguien atrae sexualmente y cuando
alguien interesa, digamos, “amorosamente”. Todos los hombres encuestados
señalaron que no había diferencias dado que iban acompañadas, como también
pensaron casi un 30% de las mujeres. Entre las respuestas dadas por aquellas
que pensaron que sí había diferencias, lo más comentado es que cuando se trata
únicamente de atracción sexual suelen mostrarse más directas y desinhibidas,
invirtiendo menos tiempo en conversar con la otra persona y en conocerla.
Asimismo, suelen ponerse más nerviosas cuando lo que está en juego es algo más
que una relación sexual, en la que, según apuntan, las cosas estarían menos
confusas.
La siguiente
pregunta trataba de explorar qué es lo
que impulsa a las personas a decir a la otra/el otro lo que piensan/sienten,
y en este caso tres de las opciones han sido las más marcadas, con diferencia.
Un 48% espera a que dé el paso la otra
persona (ej: que le bese, que le proponga quedar a solas, etc.), pero
exagera las señales para que lo haga. Un 41% se asegura, antes de hacer nada, de que también la otra/el otro está interesad@ en él/ella, por
ejemplo, preguntando a amigos en común. Además, un 34% no cree normalmente en sus posibilidades, por lo que, simplemente,
esperan a ver como se desenvuelven los acontecimientos. También una mujer
señaló que suele provocar un juego de indirectas suficientemente evidente como
para contar con la seguridad de que es obvio el interés mutuo. Han sido
precisamente las opciones más conservadoras y más pasivas las más elegidas,
demostrando que el miedo al rechazo sigue siendo suficientemente grande como
para arriesgarse a sufrirlo.
En el lado opuesto
tendríamos a cinco mujeres valientes, que afirmaron que prefieren besar a la persona y que quede claro,
antes que decirlo con palabras, y a otras cinco que optan por provocarle celos y observar su reacción
para actuar en consecuencia. También un hombre señaló que lo dice directamente,
sin rodeos.
Finalmente, algunos
apuntaron que tenían ciertas curiosidades sobre el tema, como el tipo de
señales de tipo no verbal establecidas en los primeros contactos de las
parejas, o la dificultad para discernir los sentimientos cuando se pasa mucho
tiempo con alguien y no se sabe si te gusta o no. En cuanto a esta duda,
atender a las señales que aquí hemos comentado ayuda a menudo a aclarar lo que
se siente o no se siente.
Para terminar, dos
frases aportadas por dos de las encuestadas:
- “Superar
el miedo es la clave de todo”
- “La vida
son 3 días y ya vamos por el 2º. Así que from lost to the river!”
Alejandra Enebral