Hoy os planteo unas nociones básicas para entendernos entre hombres y mujeres. Conociendo nuestras diferencias, más fácil será no volvernos locos en el intento de descrifrar el otro lenguaje.
En una sociedad como la nuestra en que los valores
de igualdad no solo se premian sino que se luchan, pareciera más bien un ataque
seguir dando voz a las diferencias entre hombres y mujeres. Por mucho que
queramos afirmar que somos iguales, no lo somos. Y quizás esta frase le chirría
a más de uno, pero seamos objetivos en lugar de buscar el aplauso fácil.
Hombres y mujeres somos casi dos especies distintas que conviven en un hábitat
en el que a veces se benefician y a veces se perjudican de dicha convivencia.
Nuestros cerebros son distintos, nuestros cuerpos son distintos, y nuestra
forma de funcionar es distinta. Y esa es una verdad tanto como que la tierra es
redonda. Ahora bien, hablamos aquí de diferencia, y diferencia no es
discriminación. Mujeres y hombres, con sus características propias, también
comparten otras cuantas, como ambos siguen compartiendo ciertos rasgos con
otros animales con una línea de evolución similar. Afirmar que somos
completamente distintos sería la mayor estupidez en la que podríamos caer,
fruto de querer sacar una retorcida ventaja de las diferencias en lugar de,
simplemente, asumirlas con naturalidad. Mujeres y hombres podemos tener un
desempeño igual de bueno o igual de malo en muchas actividades, incluso aunque
hayan llegado a ese punto gracias a combinaciones distintas de sus habilidades.
De hecho, quitando los trabajos de gran esfuerzo físico, en las que, por regla
general, los hombres están diseñados para afrontarlas con menor dificultad, las
diferencias en el rendimiento (digamos, anual) en el resto de trabajos, serían
reducibles al azar. Si bien cada uno puede tener más facilidad para ciertas
tareas que para otras, el cómputo de todas ellas puede desembocar en un
desempeño idéntico. Es decir, que a una misma meta puede llegarse por distintos
caminos. De haber disparidad, sería debida a los múltiples factores que se
relacionan con el desempeño de las personas, y no a su sexo.
Resumiendo, lo que aquí se va a defender es que, aun
habiendo diferencias objetivas entre hombres y mujeres, eso no significa que no
podamos vivir en armonía y mutualismo. Y, por supuesto, siempre hablando de
hombres y mujeres en general, y sabiendo que nada puede aplicarse totalmente a
todos ellos y todas ellas. Todos poseemos rasgos más frecuentemente asociados a
los hombres y más frecuentemente asociados a las mujeres, de modo que no existe
el hombre “puro” ni la mujer “pura”, sino que combinamos en nosotros unos pocos
rasgos de aquí y otros de allá, y será el balance general el que nos hará
llamarnos “hombres” o “mujeres”, teniendo en cuenta que se trata de una simple
etiqueta que hace posible poder referirnos a nosotros mismos. Evidentemente,
hay mujeres que actúan como aquí diremos que hacen los hombres, y viceversa.
Pues bien, teniendo claro que hablamos de “hombres”
y “mujeres” como categoría general, seamos un poco más correctos y tengamos
claro que nos movemos en el terreno del género y de la identidad más que en el
del sexo. Es decir, constatadas infinitas veces las diferencias biológicas,
aquí nos centramos en las socioculturales y psicológicas. Al género “masculino”
se le asocian una serie de roles en el mundo occidental que van a explicar gran
parte de su estilo de pensamiento y su estilo conversacional, como también
ocurre con el género “femenino”. Como mujer, quiero, siento y espero una serie
de cosas, a veces iguales y a veces distintas de las que quieren, sienten y
esperan los hombres.
Hablando aquí de diferencias como diferencias más
frecuentes, entremos ya de lleno en el tema que nos ocupa, que es el de la
dificultad que tienen muchos hombres y mujeres para entenderse entre ellos. Y
por hoy nos centraremos en las parejas heterosexuales, que es donde vemos con
más frecuencia estos problemas de comunicación. ¿Acaso hablan ellos y
ellas distintos idiomas? Pues bien, cada vez parece más claro que sí. Veamos
por qué.
-
Vertical Vs Horizontal. Si bien la mayoría de los hombres trata de
mantener su lugar en la jerarquía (real o psicológica), la mayoría de las mujeres
trata de reforzar su unión. Dicho de otra manera, ellos negocian para ganar y
ellas para vincularse. Por ejemplo, ante una mujer que intenta salvar a su
marido de una pregunta incómoda hecha por un tercero, y contesta por él, éste
puede reaccionar sintiéndose ofendido, pues entiende que ella ha actuado desde
un nivel superior en la jerarquía, el del protector, mientras que él ha quedado
inferior en el juego al ser el protegido, el débil, el niño. Es probable que si
él expresa en voz alta su queja, sea entonces ella la que se siente ofendida,
pues considera que ha actuado desde el afecto, intentando evitar un ridículo a
alguien a quien quiere, independientemente de su sexo.
-
Independencia Vs Intimidad. Mientras ellos aprovechan a menudo la
oportunidad de demostrar que “llevan los pantalones” y que no “se dejan
ningunear” por ellas, ellas aprovechan para destacar la simbiosis con sus
parejas, la fusión entre ambos. Si él toma una decisión que afecta a ambos sin
contar con ella, se siente bien porque ha actuado con libertad; sin embargo,
ella puede interpretarlo como una falta de consideración y de respeto, al
haberla dejado al margen de su vida.
-
Resolver el problema Vs Desahogarse. Con frecuencia ocurre que ellas
necesitan comentar con su pareja los problemas o vivencias del día. La
conversación es una forma más de estrechar el vínculo, y esperan que ellos las
escuchen, se interesen, las comprendan y las apoyen. Ellos, por su parte, más
prácticos y centrados en los resultados, entienden que si ellas quieren hablar
de una preocupación es porque esperan que ellos les den consejos y soluciones.
Cuando esto sucede, la mujer puede sentir que su pareja no la está atendiendo,
y que quiere zanjar el tema en seguida dándole soluciones que ella considera,
al menos en ese momento, imposibles. Por eso, reacciona dolida y se queja
de que él es insensible. Él, que no entiende qué es lo que ha hecho mal, se
queda confuso y pensando que ella está loca.
-
Intromisión Vs Interés. Para gran parte de los hombres el hecho de que
sus parejas les hagan muchas preguntas acerca de algo tan simple como el qué
tal día han tenido, es considerado una intromisión, un interrogatorio, y hasta
pueden sentirse agobiados por pensar que no tienen nada que decir, y aun así
ellas insisten en preguntarles. La misma situación al revés sería interpretada
por muchas mujeres como una muestra de interés y de preocupación, de modo que
reaccionarían positivamente y encontrarían algo que decir.
-
Yo solo Vs Nosotros. Cuando se trata de pedir ayuda, a menudo los
hombres se muestran reacios a hacerlo. Ya sea porque se han perdido, porque no
saben resolver una tarea o porque no saben el significado de algo, tratarán por
todos los medios de encontrar la solución a sus problemas por sí mismos.
Entienden que pedir ayuda es una muestra de debilidad que denota una posición
inferior en la jerarquía, dado que necesitan de otra persona para conseguir su
objetivo, así que solo jugarán esa baza si el resto no ha funcionado. Les
costará a un más jugar esa baza si de quien necesitan la ayuda es una mujer,
por ejemplo, su pareja. En el caso de las mujeres, pedir ayuda es un recurso
más del que servirse, que si puede acelerar la solución de su problema,
entonces es mejor hacerlo cuanto antes. Por supuesto aquí hay muchísimas
diferencias individuales, ya que estas distitnas formas de reacción también
pueden explicarse por rasgos de personalidad.
-
Actos Vs Palabras. En cuanto a las demostraciones de afecto, a menudo
ellas necesitan pruebas más evidentes del mismo, literales. Necesitan que el
otro les exprese lo que le gusta de ellas y lo mucho que las quieren. Por
supuesto, también que las abracen y las cojan de la mano, pero esos gestos les
quedan mucho más claros sin van acompañados de palabras. Conversar sobre las
emociones y los sentimientos es para ellas casi lo más importante. Por otro
lado, ellos con frecuencia consideran que es obvio que si están con ellas es
porque las quieren, porque las encuentran bellas, porque las consideran
especiales. Tener que decírselo constantemente les parece absurdo, dado que si
cambiaran de idea, ya se lo dirían. Para ellos pasar tiempo juntos es una demostración
de afecto, aunque hablen del tiempo o de las noticias y no hablen acerca de lo
que sienten, incluso aunque ni siquiera hablen.
-
Esperar Vs expresar. Ante las dudas en una relación que está comenzando,
a menudo ellos optan por esperar a ver cómo se desarrollan los acontecimientos
sin plantearse las cosas de primeras. Si están a gusto y lo pasan bien juntos,
entonces es que todo va bien al menos en ese momento, y eso es lo importante.
Ellas, por su parte, sienten frecuentemente que han de compartir sus dudas e
inseguridades con ellos, e incluso suelen necesitar de mayores pruebas de
compromiso por parte de ellos. Cuando ellas no se encuentran satisfechas con la
relación, lo expresan para desahogarse y también para recibir del otro algo
similar, de modo que ambos compartan sus emociones y juntos vean hacia donde
pueden dirigir su relación. Cuando ellos no están satisfechos, suelen
callárselo: para no herirlas, porque no le dan importancia, o por el motivo que
sea. Sin embargo, hay que señalar que no es raro que las mujeres “esperen a que
se den cuenta”, es decir, que vayan soltando indirectas o demostrando con actos
que les ocurre algo, esperando que ellos les pregunten e iniciar así la
conversación, o incluso esperando que así ellos cambien. En estos casos, no es
que no quieran hablar de ello, sino que se crean la idea de que si ellos no se
dan cuenta del problema, es porque no las quieren. Su silencio, por tanto
podría entenderse como una manipulación de la situación, ante el que ellos
pueden reaccionar o no. Y las indirectas, como ya he dicho en alguna ocasión,
conducirían más a la frustración que a la solución.
Pero existen más diferencias, ¿se os ocurre alguna?
Finalmente, el tema sería si, siendo conscientes de
las diferencias, es posible un mundo en que éstas no sean un obstáculo en
nuestras relaciones de pareja. ¿Podemos entendernos, o simplemente hay que
tratar de evitar el conflicto?
Recomiendo enormemente el libro de Deborah Tannen, “Tú
no me entiendes”, que me ha servido para saber mucho más acerca de los
distintos estilos conversacionales de hombres y mujeres y del que he sacado
gran parte de la información que aquí he compartido con vosotr@s.
Alejandra Enebral