viernes, 29 de agosto de 2014

Crea tus propias reglas de pareja

Cuando empieza a casarse la gente de tu alrededor, te sientes más mayor y te planteas ciertas cosas... De ello reflexiono en el artículo de este mes para la revista Malicieux Magazine.



Recientemente he asistido a la primera boda de una amiga, algo que necesariamente te hace reflexionar sobre esas pequeñas cosas que son el amor y el futuro. Uff…

Lo cierto es que en mi vida he pasado por la etapa de querer una pareja y una estabilidad personal y profesional, porque era lo corriente, y a lo que supuestamente aspiramos todos, y por la etapa de rebeldía y de no querer ajustarme a las convenciones sociales. Sobre todo en cuanto a atarme a una persona (y no hablemos ya de casarme). Pensar en esa posibilidad me ha provocado tanto deseo como fobia. Como si emparejarse llevara implícito dejar de disfrutar de otras muchas cosas de la vida para caer en rutinas de todo tipo. Como si supusiera más sacrificios a la hora de organizar tu tiempo, que gratificaciones. Siempre me he resistido a pensar que estar con alguien ha de significar necesariamente abandonar otras amistades o aficiones. Evidentemente, no tiene que hacerlo, pero todos conocemos a alguien que lo ha hecho. Y, por supuesto, reconozco que siempre he tenido la sensación de que tras mucho tiempo con la misma persona llega, necesariamente, el aburrimiento. Y no tolero bien el aburrimiento.

Mi amiga lleva once años saliendo con el que hoy es su marido, y tengo bastante cerca otro ejemplo similar, donde el primer amor se ha convertido en el amor “para toda la vida”. Eso que parece más una historia de cuento que algo real, pero que, al parecer, ocurre. Entendedme bien, no me da envidia, que yo creo que se aprende mucho de las relaciones frustradas y los desamores, pero me parece curioso y digno de admirar. Compartir tantas primeras veces, sobrevivir al paso de las distintas etapas, a los malos momentos, a las distancias, los miedos, etc. La complicidad, el cariño y la pasión siguen estando presentes, tirando por tierra mi escepticismo sobre la fecha de caducidad de las relaciones. ¿Se seguirán queriendo y deseando? Pues todo apunta a que sí. Casos así me llevan a pensar que podría no ser tan malo aparcar las propias resistencias y creer que es posible, incluso para mí, tener una relación estable y satisfactoria de pareja. Por supuesto, los matices los aporta cada uno de acuerdo a su forma de ser. Nos podrán vender cuentos de hadas, o incluso cuentos de terror, pero lo que está claro es que cada uno, como os dije en el artículo anterior, escribe el libro de su vida. Mi inclinación a reivindicar mi independencia y a cuestionarme las costumbres y normas típicas de las parejas es probable que no desaparezca, pero eso no quiere decir que no pueda dejarme atrapar por “la enfermedad del amor”.

Uno de mis mayores temores, que estoy segura de que muchos compartís conmigo, es saber que la etapa inicial, de pasión sin freno y muestras habituales de afecto y atención, vaya desapareciendo gradualmente. Me niego a pensar que esas constantes ganas de ver, tocar y sentir a la otra persona, sean simplemente producto de la fase del enamoramiento. Me confieso una fanática profunda de la fase de enamoramiento. Si los maratones de sexo hasta acabar empapados en sudor han de quedar reducidos a un mero encuentro sexual los sábados por la noche, no lo compro. Si los nervios cuando sabes que has quedado con él/ ella, esos que te hacen plantearte la ropa que te vas a poner o el sitio donde vais a ir, van a desaparecer completamente, no lo compro. Si la convivencia tiene necesariamente que acompañarse de la pérdida de la chispa, de la ilusión por la novedad, de la atención a los detalles… 

Como sexóloga, soy consciente de que es inviable mantener la idealización y los fuegos artificiales, que lo lógico, y hasta positivo es que aparezcan problemas. Solo si somos capaces de comunicarnos adecuadamente con nuestra pareja, y conocemos y aceptamos sus virtudes y sus defectos, podremos sacar provecho de las crisis. Como mujer y, como Alejandra, firmaría por saber si una relación que inicio va a proporcionarme lo que quiero o no. El paso del tiempo ha de ser la herramienta para aumentar la confianza y fortalecer la relación, pero no para anclarse en las rutinas (...) 


Pincha en el siguiente enlace para leer el artículo completo:
http://www.malicieux.es/magazine/vidas-relaciones/crea-tus-propias-reglas-de-pareja.html 

Alejandra Enebral 

miércoles, 6 de agosto de 2014

Aprender a pasar página


¡Qué difícil es pasar página en algunas ocasiones! Nos sentimos dolidos, decepcionados, o peor aún, seguimos enamorados... Hablamos de ello en el siguiente artículo para la revista Malicieux Magazine.



Lo cierto es que nos pasamos el tiempo escribiendo el libro de nuestra vida, un libro donde cada página lleva nuestra esencia, nuestra experiencia y nuestro aprendizaje. Hay capítulos que guardan momentos difíciles que hasta nos gustaría borrar. Hay otros que nos gustan mucho, cuyas páginas nos enganchan tanto que las leeríamos una y otra vez. Pero también hay páginas que nos cuesta pasar, temiendo que no seamos capaces de afrontar las que vengan nuevas, por desconocidas o porque puedan no superar el listón de las anteriores. 

Cuando una relación de pareja se rompe, cuando las circunstancias obligan a poner fin a una historia o cuando uno decide darse por vencido ante algo que nunca llegó a iniciarse, lo que toca es “pasar página”. Quien más y quien menos ha tenido la sensación de quedarse anclado a una historia sentimental, de no saber si el tiempo será suficiente para quitarse a esa persona de su cabeza. 

Las reacciones de los individuos pueden ser muy diversas ante este tipo de situaciones. Están los y las que optan, como primera opción, por cortar todo tipo de contacto con esa persona, pasando por borrarla de las redes sociales y por evitar los lugares que sabe que frecuenta. Pero también quienes son incapaces de eliminar a esa persona de su vida, y se resisten a dejar de verse o de hablar, teniendo la utópica idea de que en seguida una amistad es posible. O quizás es que su objetivo es recuperarla, siendo la “amistad” el medio para ello. Asimismo, están los y las que, aunque dejen de hablar con la persona, siguen interesándose por lo que hace, curioseando a menudo sus páginas o preguntando entre los amigos comunes. Rabia, negación, dificultad para dejar marchar. Ningunx de ellxs ha pasado página.

Pasado un tiempo, están los y las que todavía esperan que esa persona de su pasado reaparezca y le diga lo que quiere escuchar, quizás algo que nunca le dijo. Un perdón. Un te echo de menos. Un te quiero. Quien se lamenta por no haber sido capaz de decir esas cosas en su momento y sabe que ahora es demasiado tarde. Quien se da cuenta de los errores cometidos y sabe que ya no sirve de nada, pero aun así algo le impide mirar hacia adelante. Quien cree que nunca volverá a sentir lo mismo por otra persona, por mucho que vuelva a engancharse a otrx. Quien teme volver a hacer sufrir a otrx, y se abstiene de volver a intimar con alguien. Unos amaron tanto que tienen miedo de volver a hacerlo, otros de volver a ser amados y no saber corresponder.

Están también los y las impacientes, que se empeñan tanto en olvidar a alguien que en seguida se fuerzan para encontrar a otrx similar que le sustituya, iniciando relaciones con el único objetivo de no sentirse solo. Quienes buscan una y otra vez esa sensación de intensidad que caracterizaba aquella antigua relación, desechando todo aquello que no se le parezca, sin siquiera darse el tiempo de rigor. Quienes tras no conseguir superar el fin de una historia,  acumulan trofeos que les mantengan, al menos, entretenidxs. Idealizaron tanto a esa persona, que tratan de anestesiar de alguna forma ese sentimiento de pérdida.

Por otro lado, están los y las que se han quedado tan dolidxs o decepcionadxs que se conforman con, simplemente, dejar de buscar, perdiendo el interés en volver a ilusionarse con alguien. Piensan que si no aman, no sufren. No se sienten capaces de volver a confiar en otra persona, y acaban por creerse que no tienen siquiera la capacidad de hacerlo. Se centran en sus amigos, su trabajo, sus estudios, y en llenarse de planes que ocupen su tiempo y justifiquen su inexistente vida sentimental. Y si alguna oportunidad se presenta, lxs hay tan miedosos que corren en la dirección opuesta. El temor a un nuevo fracaso hace que ni siquiera quieran intentar un éxito.

Están también los y las que consideran que se merecen de una vez una historia sin obstáculos, sin amores imposibles, sin la sensación de que viven en una constante cruzada. No es que exijan cuentos de hadas, tan solo ruegan por no vivir en continua incertidumbre. Quieren una relación de esas que viven los demás, a los que todo (parece que) les va bien. Están deseosxs de romper con su pasado lleno de baches y quieren por fin vivir algo “de verdad”.

Es evidente que nadie puede exigirse ese resultado del “pasar página”, que el proceso dura un tiempo muy variable para cada individuo, que depende de multitud de circunstancias, y que ni siquiera te asegura que sea algo definitivo (...)


Pincha en el siguiente enlace para leer el artículo completo:
http://www.malicieux.es/magazine/bienestar/aprender-a-pasar-pagina.html


Alejandra Enebral