jueves, 12 de enero de 2017

El camino hasta ser yo, sexóloga


Hoy, día de mi 27 cumpleaños, comparto con vosotros mi último artículo escrito para Malicieux Magazine. El último de una andadura maravillosa y de la que vosotros habéis sido partícipes. ¡Y hasta que la vida nos junte de nuevo!


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         Como sabéis por mi perfil de colaboradora, soy psicóloga y sexóloga. Estudié psicología porque consideraba que valía para ello. O, mejor dicho, que había nacido para ello. Siempre solían decirme que sabía dar buenos consejos, y eso que no era tan fácil cuando tenía que aplicármelos a mí. Muchos dicen que lo de la vocación es un mito, y puede de hecho que tengan razón. Pero yo quiero creer que lo justo y lo ideal es poder dedicarte a lo que has querido siempre. Y, por supuesto, ser bien pagado/a por ello. En mi caso la decisión no fue tan sencilla, dado que desde mi casa me animaban a estudiar una ingeniería. Tenía demasiado buen expediente académico como para “solo” estudiar psicología. 

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Posteriormente empecé mis estudios de Máster. Algo que desde el primer día me pareció un enorme acierto. Cada clase contaba con mi total interés, y solo a última hora de los sábados, ya cansada del intensivo, me costaba mantener la atención. Los profesores me parecieron totalmente expertos en su campo, y nos llevaron a cuestionar nuestras propias pautas de relacionarnos con los demás y sobre todo con nuestras parejas. Quitaron de nuestras cabezas cualquier resquicio de coitocentrismo y nos introdujeron en un mundo de bilingüismo sexual donde prácticamente casi todo era cuestión de matices. Tanto mis compañeros como yo empezamos a expresarnos en términos más técnicos cuando hablábamos de diferencias (o no) entre hombres y mujeres, y obtuvimos las pautas para tratar de entendernos sin perdernos en el camino. Una habilidad no solo fundamental cuando quieres dedicarte al mundo de la sexología, sino, también, y casi más importante, para tu vida personal.

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Aun así, cuando cuentas a la gente que eres sexóloga, todavía hay quien no es capaz de ver más allá del morbo y de los genitales. Por supuesto, también hay quien ha agradecido mucho mis conocimientos y, casi como era de esperar, me he convertido en la consejera (o confesora) de los problemas de pareja de muchos de mis allegados. 

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Así que para no perder la costumbre voy a aprovechar para dirigirme a todos, solteros y emparejados, casados y divorciados, heterosexuales, gays, lesbianas, bisexuales y transexuales, personas con algún tipo de discapacidad y personas sin ella. A todos os animo a buscar la mejor forma de disfrutar vuestra sexualidad de una forma plena y que os haga sentir felices. Ah, en el caso de manifestar dificultades, no dudar en solicitar ayuda a profesionales de la psicología y sexología que puedan poner un poco de luz donde todo parece estar oscuro.

Ah, y antes de que se me olvide, os dejo el mejor consejo que os pueden dar: el mejor consejo es aprender a quererte y respetarte antes de esperar que otros lo hagan. Frase muy repetida, pero que no siempre resulta fácil de aplicar.



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