martes, 17 de diciembre de 2013

Entre primos y primates.





  Porque unos y otros no somos tan diferentes... ¿o sí?

 El ser humano se dice muy evolucionado en comparación con el resto de primates. Pero tengo mis dudas en que las diferencias nos hagan los vencedores de la comparación. Sin duda el bipedismo nos volvió mucho más torpes en nuestros movimientos, a menudo no sabemos qué hacer con los brazos cuando caminamos, de hecho a más de uno le cuesta compaginar el brazo izquierdo con la pierna derecha y viceversa. El pulgar oponible nos permitió ser más hábiles con nuestras manos, una de las partes de nuestro cuerpo más representadas en nuestro mapa cerebral. Ellas van a menudo por delante en nuestro contacto con el medio y nos abren el mundo de las sensaciones. Sin embargo, no todo el mundo las utiliza de la forma ideal, no las cuidan, sino que las dañan y hasta dañan con ellas, como si fuera una herramienta “para” y no una parte en sí misma. Se dice que nuestra mayor capacidad cerebral permitió el desarrollo del pensamiento y la cultura, pero cuántos hay que restringen el pensamiento a lo básico, sin explotar el camino de la imaginación y la reflexión, ya no tanto por pereza como por cobardía. Y quienes aun pensando y siendo conscientes, no podemos creer que sean capaces de llevar a cabo determinadas acciones. En cuanto a la cultura… en fin, según a qué nos refiramos quizás nos llevemos las manos a la cabeza con las cosas que escuchamos a nuestro alrededor. 

          El ser humano tiene, sí, la capacidad de hablar, unida a una mayor inteligencia. Que hablamos, salvo excepciones, es algo indiscutible, pero que lo que digamos sea inteligente, ya es mucho suponer. Que pudiendo usar las palabras para vincularnos las usemos para manipular y para mentir puede considerarse astucia, si bien vais a permitirme que no lo llame inteligencia. Hay demasiada estupidez eclipsando a la sociedad actual. El habla ha perdido su credibilidad porque el hombre ha dejado la sinceridad perdida en algún punto del camino, si es que alguna vez la tuvo. Las palabras son solo palabras, y lo único verosímil que nos queda son los gestos, esos que sí compartimos en su mayoría con los primates. Que seamos inteligentes es algo que depende de la definición que demos de ese concepto. Y, por supuesto, depende también de la comparación. Cuántas veces empleamos el mismo ensayo y error que puede emplear un chimpancé para conseguir un plátano colocado estratégicamente. Y cuántas veces volvemos o hacemos las mismas cosas, sabiendo que son peligrosas o dolorosas, cosa que no haría un primo primate nuestro…




Alejandra Enebral

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